Si podemos entender a nuestro planeta como un ser vivo será posible comprender las diferentes interacciones que se producen en él, desde las más evidentes como los cambios de estación, hasta los fenómenos naturales que se producen entre la atmósfera, el océano y la tierra.
Pero algunos de estos fenómenos no se presentan a nuestros sentidos de manera evidente o palpable y sin embargo pueden afectar a nuestra salud o estado emocional sin que reparemos en las causas o tengamos consciencia de ello.
Algunas de estas manifestaciones, invisibles a nuestros ojos, las constituyen las radiaciones que, en una clasificación muy general, podemos dividir en artificiales y naturales.
De las primeras, las artificiales, recibimos sobre nuestro cuerpo físico una constante influencia, sobre todo si habitamos en las grandes ciudades y sus alrededores. Las áreas abarcadas por este tipo de radiación se fueron incrementando durante los últimos años con la instalación de antenas de telefonía celular que ya alcanzaron las zonas rurales, con lo que son cada vez más escasos los sitios totalmente libres de radiación artificial.
Si a esto sumamos la radiación emitida sobre nuestro entorno inmediato producida por los artefactos eléctricos que usamos cotidianamente (microondas, electrodomésticos, redes de wi-fi, etc) entenderemos que vivimos constantemente atravesados por energías que, según los últimos estudios científicos, resultan nocivas para nuestra salud.
En algunos casos será inevitable su exposición (ondas de wi-fi o telefonía celular), en otros no, y las podremos evitar o por lo menos reducir, realizando simples acciones como apagar equipos que emitan campos electromagnéticos o evitando el uso de microondas.
La segunda clasificación se refiere a las radiaciones naturales sobre las que, si desconocemos su origen y ubicación, nos resultará más difícil actuar.
A este tipo de radiación nos referiremos con más detenimiento.
Como mencionamos anteriormente, desde un punto de vista holístico, nuestro planeta se comporta como un ser vivo que interactúa, no sólo internamente entre la biósfera y la atmósfera, sino también con el Sistema Solar en un constante intercambio de radiaciones.
De este universo de ondas invisibles a nuestros ojos, y como parte de lo que consideramos esencial para vivir en un hábitat saludable, nos referiremos brevemente a las radiaciones terrestres más conocidas e investigadas y su influencia sobre la salud.
La red global Hartmann
Es una red de franjas de radiación dispuesta ortogonalmente siguiendo los puntos cardinales, Norte-Sur y Este-Oeste. Su espesor habitualmente fluctúa entre los 10 y los 80 cm o más y puede variar de un lugar a otro. La separación entre franjas es de 2 a 2,50 m.
En todos los casos estas franjas se elevan desde la superficie de la tierra hasta lograr los 1000 metros o más según algunos investigadores.
El campo magnético se ve alterado bajo su influencia y la diferente ionización que se produce en esos sectores establece un tipo de radiación electromagnética capaz de perturbar la armonía energética y funcional de nuestro organismo. Dependiendo de la concentración de iones pueden tener polaridad negativa o positiva.
La red Curry
De manera similar a la Hartmann esta red está formada por franjas de radiación dispuestas ortogonalmente pero siguiendo las direcciones Noreste-Sudoeste y Noroeste-Sudeste lo que significa una rotación de 45º respecto de la red Hartmann.
Sus franjas varían entre los 40 y 80 cm de espesor y la separación entre sí es mayor a la de la red Hartmann.
Las fallas geológicas
En ocasiones, por debajo de la capa superior de la tierra y de forma no visible, se producen fallas o discontinuidades en la conformación del sustrato o simplemente cambios en la composición y características del mismo. Desde la línea que define esta alteración se produce irradiación de energía ionizante lo que constituye otra forma de geopatía a considerar
Las vetas o venas de agua
Se trata de cursos subterráneos de agua que fluyen en diversas direcciones con diferentes caudales y profundidades. Algunas zonas presentan grandes cauces y otras muy poca agua. En todos los casos y por diferentes razones estos cursos de agua emiten radiación hacia la superficie y dependerá de sus características el nivel de nocividad que expresan.
La permanencia diaria por determinado tiempo expuesto a alguna de estas radiaciones, con variaciones de acuerdo a su disposición y solapamiento, conduce a trastornos biológicos capaces de desarrollar enfermedades como litiasis renal o vesicular, diabetes, enfisema, enuresis, insomnio, alteraciones cardíacas, diversos tipos de cáncer, etc. por mencionar algunas patologías como ejemplo.
Para la detección, valoración y ubicación de las radiaciones que contribuyen al desarrollo de estas patologías, los especialistas (bioarquitectos, geobiólogos, y domoterapeutas) utilizan ciertos procedimientos y técnicas que podemos generalizar bajo el término Radiestesia.
Es un arte utilizado desde la antigüedad en el que el propio cuerpo del especialista, sumado a algunos instrumentos amplificadores, resulta sensible a estas radiaciones.
Mediante esta técnica es posible detectar y mapear las radiaciones que influyen en un terreno o en un hábitat ya construido haciendo visible de este modo las cualidades energéticas que presenta.
El conocimiento previo de aquellos aspectos negativos de un terreno facilitará la toma de decisiones y la adopción de estrategias de implantación y diseño que eviten o mitiguen las influencias nocivas de las radiaciones a las que estén expuestas nuestras viviendas.
Arq. Luis Novoa